miércoles, 26 de agosto de 2015

EL NOMBRE DE LAS COSAS


Este blog se llama 4CubosGrises, pero hace un mes que retiraron la fuente de inspiración de este título, tan escasamente pulcro, de delante de mi ventana. Ahora sólo hay un cartel en el que el Ayuntamiento de Málaga avisa sobre la nueva ubicación de los contenedores. Y mienten. Yo he ido a buscarlos, a despedirme de ellos y no están, pobres bestias hediondas, maltrechas de sustancias impúdicas.
Es curioso, desde que no veo los 4 cubos grises detrás de las rejas del salón de mi casa ya no he vuelto a escuchar a los gorriones ni al hombre que silbaba boleros (dolorosamente bien, por cierto) Y me pregunto dónde estarán. Los cubos, me refiero. Puede que les hayan castigado por haber atraído, en cierta manera, una cantidad ingente de muebles desvencijados y utensilios obsoletos (y sucios, muy sucios) a su alrededor. Y puede que por ello les hayan desterrado a un barrio donde los niños acostumbren a patear sus vientres o les hayan convertido en juguetes con los que, esos mismos niños, jugarán después en las plazas.
Pero ellos no tenían la culpa. Sólo se dejaban hacer con la languidez habitual que tienen los contenedores cuando abren sus grandes bocas y tragan lo que les echen. Nunca protestaron. Jamás exclamaron :"Eyyy tú ¿No te han dicho que las bolsas de plástico hay que cerrarlas antes de arrojarlas?" Ni regurgitaron su contenido después de saborear una repulsiva y ecléctica masa de residuos orgánicos, consecuencia de los dedos laxos del huevón de barrio que no. No piensa cerrar la bolsa de basura antes de arrojarla. Porque no hay necesidad.
Confieso que yo también los odié. Desprecié profundamente su estructura, su tacto y ese gris vulgar que me robaba espacio en la retina. Maldije sus pesadas tapas al levantarlas y blasfemé contra ellos cuando éstas faltaban. Les insulté por su olor y casi me peleo con una vecina cuando intenté mover uno de ellos tan sólo unos metros para que el paisaje que abarcara mi vista incluyera tres y no 4. Malditos. Cubos. Grises.
Ahora que acumulo cajas, maletas rebosantes y bolsas de plástico de esas de cuadritos con cremalleras, como las que llevan en la baca del coche la gente que cruza el Estrecho en curso legal, los echo de menos. Ahora que ensayo cada día cómo decirle "hasta luego" a esta ciudad y tengo la certeza de que, en mi próxima ventana, no habrá cubos que valgan porque sólo hay sitio para los trigales y las puestas de sol de un horizonte infinito (ancha es Castilla) Justo ahora me gustaría volver a mirar a los 4 cubos grises a los ojos. Porque ellos no me juzgaron por mi forma ni por mi olor y me aceptaron destartalada y apestando a tristeza. Porque me intuían indiscreta y aún así me dejaron hurgar y fisgar y encontrar tesoros en sus paredes mugrientas.
Mucha gente me ha sugerido que algún día los cubos grises se convertirán en destellos luminosos que atraviesan gotas de agua. Que se volverán color. Pero yo quiero que sigan como hasta ahora: feos, toscos, opacos. Creo que esa falta absoluta de belleza me hace ser más consciente del nombre de las cosas. Por ejemplo:
Yo me llamo Alba.
La ciudad de la que marcho se llama Málaga.
Y mi blog se va a seguir llamando 4CubosGrises... Se lo debo. Como mínimo.

2 comentarios:

  1. Tú te llamas muchas cosas. Y no te vas de las ciudades, son ellas las que se van contigo. Te quiero.

    d.

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  2. Tú te llamas muchas cosas. Y no te vas de las ciudades, son ellas las que se van contigo. Te quiero.

    d.

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