martes, 23 de junio de 2015

calma (Del lat. cauma, y este del gr. καῦμα, bochorno)

CALMA:
 (RAE.1):Estado de la atmósfera cuando no hay viento.

CALMA:
(Alba.1): Utopía fomentada por un alto grado de excitación transversal y continuo. 

(Alba.2): Estado antónimo a la humedad descontrolada de mi atmósfera. A todos los vientos que husmean en mi falda.

(Alba.3): En el después, respiración pausada que alteran los cuerpos mientras tanto.



viernes, 12 de junio de 2015

Be water





Los hombres que tienen
el pecho hueco
no entienden de abrazos abultados.
Y cuando te tocan no queman
ni duelen
ni siquiera te alivian
(hoquedades aparte)
del deseo torpe y enquistado como
el niño gordo
que tapona
el tobogán del parque.

Cuando un hombre con el pecho
hueco
te abraza
solo queda esperar un soplido
que estertora
cuando empieza.
Una especie de nada, un remanso
de intenciones
Un insoportable no saber
lo que un abrazo exige.

A aquellos que descubran hueco
su pecho
decirles que estoy enfema
de tactos mediocres
que no soporto las medias
tintas
de su abrazo necio.
Que prefiero que atesoren
sus hombros y sus dedos y su fuerza
y ensayen empíricamente
con
un mástil
con farolas, con esa papelera
a la que arrojan -miserables-
las caricias que llegan
a destiempo.

Pero conmigo no
que me convierto en piedra y
me cuesta
salir de sus troncos
vacíos
rodar por el suelo
hasta volverme agua de nuevo.
Saberme cualquiera y desatendida.
Reaprender.

martes, 9 de junio de 2015

EL PAN





Ahora el pan está en suelo. Un barrendero lo acaba de arrojar allí. Tiene guantes pero ni siquiera lo ha tocado, para eso maneja la escoba. Después lo empujará hasta su cubo verde con ruedas. Y de allí pasará a otro más grande y se sucederán los lugares y las manos de las que depende y al final se pudrirá o se convertirá en otra cosa lejos de ser el sustento que colma los agujeros básicos de la apetencia. Muy lejos de formar parte de un bodegón al lado de un vaso de agua que deja su marca de cal encima de un hule pegajoso. Dolorosamente alejada de ser una simple barra de pan.

Me ha parecido escuchar las bocas a las que iba destinada, piando de escasez. Les acompaña el quejido articulado de un nido de gorriones y el silbido indolente de alguien que siempre tararea boleros por las mañanas: "Dicen que la distancia es el olvido..." 
Cierra este coro de instintos un pedal de agua rugosa. Agudizo el oído y compruebo: es mi propio estómago. Aún no he desayunado y he decidido que me siento agusto alargando un poco más esta armonía siniestra a cuatro cuerdas.

Pero tengo hambre. Y me tenso. Y me rompo.
                                                                         Y me voy a comprar pan.


sábado, 6 de junio de 2015

UN WINDSOR PERFECTO


El mensaje era claro, conciso, breve y letal: no insistas, decía. Vete, repetí. Y escuché el primer golpe sordo. Después un pitido. Vete. Y un gusto metálico en la boca. El pestillo de la habitación de Paula se cerró. Sonreí. No vuelvas. Y ya sólo hubo caballos al galope hollando mis costillas, avispas enjambradas en mis ojos, líneas rojas que se vuelve curvas y se expanden. Como las algas que invaden sin piedad las playas. Eso fue lo último que pensé antes de sentir un tacto de seda tibia rozando mi cara. Busqué a ciegas. No controlé la fuerza, agente. Mi madre siempre lo decía: "Hija, nudo apretado, hombre consquistado" Y él odiaba llevar la corbata torcida.

PERSPECTIVA


Hay dos hombres hablando. Detrás del contenedor gris. A través de las rejas que cancelan mi hogar. Bajo mi punto de vista. No les escucho pero puedo captar el hedor animal de sus axilas, de las húmedas esquinas amarillas de la calle. De la carcoma astillada del mueble sobre el que se sientan. Del óxido del tubo de escape de una moto que no sirve para escapar a ningún sitio. Intuyo que conversan sobre la mugre que invade sus bolsillos, sobre la nada que habita en sus cazuelas y las fotos que se solapan en su carteras: rostros de niños de ojos redondos y muelles en los pies y de mujeres que en la cama se abren como flores secas.


Hay una mujer haciendo fotos. Dentro del salón de un piso bajo. Custodiada por las rejas de la ventana que está delante del contenedor gris. Junto al que estamos sentados. Ella piensa que no puedo verla, todavía en pijama, los párpados hinchados y el café esmaltando sus dientes. Piensa que no huelo la desidia que envuelve su sexo tibio. La adrenalina que desprenden sus manos al romper, durante unos segundos, el tedio de los días-cuenco que nunca rebosan. Que mueren muertos de sed. Un rictus compasivo se asoma en su boca cuando nos escruta. Pobre mujer triste que no sabe compartir la alegría y el tabaco en las calles sucias de la ciudad asolada.
Quizás la invite a sentarse aquí. Sobre este mueble casi nuevo del que alguien ha decidido prescindir. Qué suerte. Estamos esperando a que Rachid venga con la furgoneta y se lo lleve. Mientras tanto, puede que invite a la mujer que hace fotos a saltarse las rejas y mirar a estos cuatro cubos grises a los ojos.

jueves, 4 de junio de 2015

Bajo el ala



Cuando él confesó que el arma del crimen había sido un borsalino negro, nadie le creyó. Meses antes, ella salió del trabajo sola. Sola comió y asolada leyó la prensa mientras removía un café. Largo y solo. Después vino el golpe al doblar la esquina. Aquel hombre tan joven se levantó, se colocó el sombrero apresurado y le ayudó a levantarse del suelo.
El encontronazo dio lugar a los encuentros. Las bocas enlazadas combatieron el pecho hueco de ella y las habitaciones con monstruos de aquel joven que sólo se quitaba el sombrero cuando se amaban a oscuras. Una noche él entró en el baño y encendió la luz. En su redonda alopecía, ella distinguió dos manchas. Dos alas marrones. Como las que tenía su hijo cuando le parió. Muerto, le dijeron.
-Ponte el sombrero y vete- susurró antes de caer, desplomada, sobre las baldosas grises.

miércoles, 3 de junio de 2015

Mejor así...
















Menos mal que ya no estás y no puedes
olerme el miedo tras el embozo
-ya nadie me besa así antes del sueño-
de otro día que comienza yermo.
Desgastadas ya las ganas de que algo
         extraordinario
                               suceda.

Y no puedes comprobarme así
con el pelo en la cara
así, derrotada y sin intención
ninguna de peinarme. Sin plantarme ante el mundo
con la cara lavada sin contestar
al tirano
como una escopeta.
                               Con las uñas sucias.

Espero que no pienses escaparte
de allá donde transites y aparezcas
espectral e impávida:
- ¿qué habéis hecho con todo aquello
que contruí para vosotros? -
Y te des cuenta de lo frágiles que eran
los cimientos que sujetaban
      tu casa
de que que ya nada importa más allá
de nosotros mismos.

Menos mal que yo estoy
y tú solo
en mi cabeza, en las hordas
de salvajes que asaltan
mi pecho cuando te pienso
en el dedo
torcido, irreverente y meñique
de mi mano izquierda.
En la ajada puerta del paraíso
tras la que espiabas
Violeteras” de provincia.

Que te van a oir, abuela, que no hay lugar
para el sueño allá arriba que no vendrá
ese beso al final. Que está prohibido cantar.
Que para eso no sirven los palos
                                                   de las escobas.

martes, 2 de junio de 2015

Bienvenido/a a 4CubosGrises

Los veo cada día desde mi ventana.


Escoge en cuál de ellos prefieres hurgar:

-CUBO 1: Versos orgánicos.
-CUBO 2: Envases narrados.
-CUBO 3: Vidrioperiodismo.
-CUBO 4: Bolas de papel (o cajón de sastre)

No se admiten devoluciones. A partir de ahora, las palabras que encuentres en los cubos formarán parte de tus despojos, pero también podrán reciclarse en un abrigo, en un dedal...O, con un poco de suerte, en un colchón donde despertar del letargo.