miércoles, 24 de febrero de 2016

BIG BANG



Se desmonta la armadura
caen el yelmo, la gola, los
codales la cota
de malla
Quedo diminuta desnuda
a veces
clavada en un punto
indeterminado
entre el páramo yermo
y el mar de Alborán. Otras
aúllo en silencio convertida
en absurdo grano de arena
salada
que viaja en la grupa del viento
 –el cuello quebrado por dejarme hacer por no
sostenerme-
peinando trigales de puntas
quebradas que no advierten
la caricia.

Y si todos los comienzos surgen
de la nada
aquí estoy he llegado
que estalle de nuevo
                                  la vida.

martes, 16 de febrero de 2016

ABISAL


Hoy reniego de la tierra
de este sur de este vaho
de simiente seca de boca
seca.
De fuego fatuo.

Y me dejo cubrir por el agua
hasta un submundo abisal donde
nadie me ve donde grito
sumergida
cada vez
                más
                       profunda
entre líquenes y criaturas
monstruosas
que me miran y se mofan
-lo veo en sus bocas atorrantes-
de lo humanamente mal
que soporto la presión.

Las partículas de luz se fagocitan
unas a otras y es aterrador
sentirse ir a negro
también.

Pero prefiero este vértigo este
gélido precipicio de voz ahogada
al silencio
indolente
que nos recorre mientras juntamos
los cuerpos en la orilla
-el mar nos provoca mordiéndonos los dedos
que permanecen laxos que no
se tocan-

Tan solo el viento se atormenta
para escupirnos a la cara

miércoles, 3 de febrero de 2016

UN CRIMEN CON REGUSTO

Subir de nuevo a la habitación por donde había entrado y escapar por la ventana. Ése era el plan, como siempre. Enfiló las escaleras con las uñas curvas y pegajosas y la celeridad de quien ya se sabe descubierto. Cuando llegó al alféizar las pupilas, en alerta, miraron el rastro rojo de sus propias huellas. Ningún signo de arrepentimiento. Sólo una especie de sonrisa enmarcada por un delicado bigote. Saboreó, una vez más, su crimen y saltó.
En el piso de abajo, una niña lloraba. Desconsoladamente. Aquel sucio gato de la calle había vuelto a zamparse su tarta de cereza.


HIJOS DEL RUIDO

Lo único que
nos borra
las piedras bajo los ojos
en los días normales
                (sólo eso: normales)
dentro del vientre abultado
de Metro Madrid es
ese oboe
que detiene   la prisa
el bandoneón
que pone rostro
a los hijos    del ruido.

Y con qué facilidad
con que falta de consciencia
ignoramos tantas veces
que en eso
consiste     la vida.