Hoy reniego
de la tierra
de este sur
de este vaho
de simiente
seca de boca
seca.
De fuego
fatuo.
Y me dejo
cubrir por el agua
hasta un
submundo abisal donde
nadie me ve
donde grito
sumergida
cada vez
más
profunda
entre
líquenes y criaturas
monstruosas
que me
miran y se mofan
-lo veo en
sus bocas atorrantes-
de lo
humanamente mal
que soporto
la presión.
Las
partículas de luz se fagocitan
unas a otras
y es aterrador
sentirse ir
a negro
también.
Pero
prefiero este vértigo este
gélido
precipicio de voz ahogada
al silencio
indolente
que nos
recorre mientras juntamos
los cuerpos
en la orilla
-el mar nos
provoca mordiéndonos los dedos
que
permanecen laxos que no
se
tocan-
Tan solo
el viento se atormenta
para
escupirnos a la cara
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