miércoles, 3 de febrero de 2016

UN CRIMEN CON REGUSTO

Subir de nuevo a la habitación por donde había entrado y escapar por la ventana. Ése era el plan, como siempre. Enfiló las escaleras con las uñas curvas y pegajosas y la celeridad de quien ya se sabe descubierto. Cuando llegó al alféizar las pupilas, en alerta, miraron el rastro rojo de sus propias huellas. Ningún signo de arrepentimiento. Sólo una especie de sonrisa enmarcada por un delicado bigote. Saboreó, una vez más, su crimen y saltó.
En el piso de abajo, una niña lloraba. Desconsoladamente. Aquel sucio gato de la calle había vuelto a zamparse su tarta de cereza.


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