viernes, 12 de junio de 2015

Be water





Los hombres que tienen
el pecho hueco
no entienden de abrazos abultados.
Y cuando te tocan no queman
ni duelen
ni siquiera te alivian
(hoquedades aparte)
del deseo torpe y enquistado como
el niño gordo
que tapona
el tobogán del parque.

Cuando un hombre con el pecho
hueco
te abraza
solo queda esperar un soplido
que estertora
cuando empieza.
Una especie de nada, un remanso
de intenciones
Un insoportable no saber
lo que un abrazo exige.

A aquellos que descubran hueco
su pecho
decirles que estoy enfema
de tactos mediocres
que no soporto las medias
tintas
de su abrazo necio.
Que prefiero que atesoren
sus hombros y sus dedos y su fuerza
y ensayen empíricamente
con
un mástil
con farolas, con esa papelera
a la que arrojan -miserables-
las caricias que llegan
a destiempo.

Pero conmigo no
que me convierto en piedra y
me cuesta
salir de sus troncos
vacíos
rodar por el suelo
hasta volverme agua de nuevo.
Saberme cualquiera y desatendida.
Reaprender.

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