Los
hombres que tienen
el
pecho hueco
no
entienden de abrazos abultados.
Y
cuando te tocan no queman
ni
duelen
ni
siquiera te alivian
(hoquedades
aparte)
del
deseo torpe y enquistado como
el
niño gordo
que
tapona
el
tobogán del parque.
Cuando
un hombre con el pecho
hueco
te
abraza
solo
queda esperar un soplido
que
estertora
cuando
empieza.
Una
especie de nada, un remanso
de
intenciones
Un
insoportable no saber
lo
que un abrazo exige.
A
aquellos que descubran hueco
su
pecho
decirles
que estoy enfema
de
tactos mediocres
que
no soporto las medias
tintas
de
su abrazo necio.
Que
prefiero que atesoren
sus
hombros y sus dedos y su fuerza
y
ensayen empíricamente
con
un mástil
con
farolas, con esa papelera
a
la que arrojan -miserables-
las
caricias que llegan
a
destiempo.
Pero
conmigo no
que
me convierto en piedra y
me
cuesta
salir
de sus troncos
vacíos
rodar
por el suelo
hasta
volverme agua de nuevo.
Saberme
cualquiera y desatendida.
Reaprender.
Albita, me encanta, mucho...
ResponderEliminarLaura
Gracias Laurita. Por TODO...
ResponderEliminarTú siempre serás agua... profunda, cristalina, fresca y brava.
ResponderEliminarGracias, amiga...Siempre a la escucha, siempre ahí...
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