sábado, 6 de junio de 2015

UN WINDSOR PERFECTO


El mensaje era claro, conciso, breve y letal: no insistas, decía. Vete, repetí. Y escuché el primer golpe sordo. Después un pitido. Vete. Y un gusto metálico en la boca. El pestillo de la habitación de Paula se cerró. Sonreí. No vuelvas. Y ya sólo hubo caballos al galope hollando mis costillas, avispas enjambradas en mis ojos, líneas rojas que se vuelve curvas y se expanden. Como las algas que invaden sin piedad las playas. Eso fue lo último que pensé antes de sentir un tacto de seda tibia rozando mi cara. Busqué a ciegas. No controlé la fuerza, agente. Mi madre siempre lo decía: "Hija, nudo apretado, hombre consquistado" Y él odiaba llevar la corbata torcida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario