sábado, 6 de junio de 2015

PERSPECTIVA


Hay dos hombres hablando. Detrás del contenedor gris. A través de las rejas que cancelan mi hogar. Bajo mi punto de vista. No les escucho pero puedo captar el hedor animal de sus axilas, de las húmedas esquinas amarillas de la calle. De la carcoma astillada del mueble sobre el que se sientan. Del óxido del tubo de escape de una moto que no sirve para escapar a ningún sitio. Intuyo que conversan sobre la mugre que invade sus bolsillos, sobre la nada que habita en sus cazuelas y las fotos que se solapan en su carteras: rostros de niños de ojos redondos y muelles en los pies y de mujeres que en la cama se abren como flores secas.


Hay una mujer haciendo fotos. Dentro del salón de un piso bajo. Custodiada por las rejas de la ventana que está delante del contenedor gris. Junto al que estamos sentados. Ella piensa que no puedo verla, todavía en pijama, los párpados hinchados y el café esmaltando sus dientes. Piensa que no huelo la desidia que envuelve su sexo tibio. La adrenalina que desprenden sus manos al romper, durante unos segundos, el tedio de los días-cuenco que nunca rebosan. Que mueren muertos de sed. Un rictus compasivo se asoma en su boca cuando nos escruta. Pobre mujer triste que no sabe compartir la alegría y el tabaco en las calles sucias de la ciudad asolada.
Quizás la invite a sentarse aquí. Sobre este mueble casi nuevo del que alguien ha decidido prescindir. Qué suerte. Estamos esperando a que Rachid venga con la furgoneta y se lo lleve. Mientras tanto, puede que invite a la mujer que hace fotos a saltarse las rejas y mirar a estos cuatro cubos grises a los ojos.

1 comentario:

  1. Qué valiente. Qué bien saltas las rejas y miras a los cubos a los ojos

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